Dicen que la muerte es la misma en todas partes, permítanme dudarlo. En México, morirse implica mucho más de lo que pudiera suponerse, implica el encuentro entre la vida y la muerte, implica el encuentro entre los huesos, la descomposición, el llanto, el dolor agonizante de la pérdida irreparable, la obscuridad de la tumba con la explosiva mezcla de colores, olores, sabores, sonidos y texturas de la vida. En México morirse supone la presencia de los muertos más allá de la tumba fría y obscura donde se han depositado los cadáveres, implica su presencia en los altares que cada año son profusamente arreglados con papel picado naranja, morado y rosa mexicano para ellos con sus gustos en vida, implica una orgía de dulces típicos de leche, coco, calabaza, papaya, piloncillo, alegrías, pepitorias, camotes y palanquetas, un aquelarre danzante de vinos, cervezas, cigarros, licores, café, coca-cola y otros vicios que hicieron la vida del muerto mucho más interesante; implica la mezcla dulce y a veces agobiante del olor a cempazúchitl y "moco de pavo" mezclado con el del copal, las veladoras y otras flores de la temporada; implica una glotona reunión de pan de muerto, tamales, mole, chanchamitos, cabecitas de perro, antojitos y comida tradicional que se hace para los muertos mientras los vivos agradecemos que la cuestion de la comida para los difuntos sea una metáfora y que esa comida termine con mucho gusto en la panza de los vivos.
Para un mexicano morirse implica la posibilidad de un entierro con mariachi (que para colmo significa entre otras cosas "día de fiesta" en lengua otomí) y también la promesa de una buena fiesta cada año, un banquete especial, una reunión con los familiares más comprometidos, con aquellos que no los han olvidado; implica una fiesta con conjuntos musicales al ritmo de banda, cumbias, salsa, duranguense o cualquier otro ritmo de moda, una feria, una velada entre la vida y la muerte que se prolonga hasta la madrugada cada dos de noviembre. Implica las historias familiares, los recuerdos que mezclan las anécdotas de vivos y muertos que se cuentan las familias completas entre tumbas convertidas temporalmente en mesas y sillas donde los más jóvenes escuchan con atención entre interesados y confundidos por desconocer o recordar vagamente a los referidos.
Vivir en México incluso implica morirse antes de tiempo al menos de manera literaria en las "calaveritas" donde se caricaturiza con buena o mala intención al protagonista mientras se cuentan sus aventuras y se magnifican sus virtudes y defectos; morirse en México en cambio - quizá igual en otros países - implica curarse milagrosamente de la tacañería, la sangroneria, la pendejez, la arrogancia, la culerez y la mala leche, implica disminuir los defectos hasta desaparecerlos porque "los muertos y su memoria, se respetan".
En fin, que morirse para un mexicano no es cualquier cosa, no es una cosa de vida o muerte...no, en realidad para un mexicano morirse es una cosa de Vida y Muerte.
"México lindo y querido, si muero lejos de ti...que digan que estoy dormido...y que me traigan aquí".
Gracias por leer.